La Memoria Histórica permite matizar el recuerdo triste de un asesinado anónimo con una compensación sanadora: la revelación -tras tantos años- de su identidad. Basta pensar en los familiares de la víctima para saber que no es una recompensa menor: obtienen por fin el relato (aunque terrible) del final de su pariente y pueden recibir y honrar sus restos.
Máximo Sainz Plaza, natural de Desojo aunque trabajador del carbón en Vitoria-Gasteiz en el momento de su detención, confirmó las palabras que la investigadora Lourdes Herrasti dirigió a Fermín Ezkieta a pie de fosa (en Olabe, la mayor encontrada hasta ahora con 16 cuerpos) cuando esta fue localizada en enero del 2016: ‘busca entre los más jóvenes de los fugados; ya vemos indicios en varios restos de la corta edad de los enterrados’. Máximo tenía 16 años cuando fue capturado y trasladado al penal de Ezkaba y cumplía 18 años el mismo día que, arbitrariamente, fue fusilado apenas 4 después de la fuga del fuerte. Había nacido en 1920, el mismo año que la persona que propició la localización de la fosa, Esteban Arriola, a quien siempre nos gusta recordar por su imprescindible colaboración.

Como siempre resaltamos en estas ocasiones, importantísimo el trabajo de NASERTIC con la gestión del Banco de ADN que promovió el Instituto Navarro de la Memoria. Animamos a todo aquel que pueda tener dudas del paradero de los restos de algún familiar a contactar con ellos.
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