Ayer, 3 de julio, fueron exhumados los cuerpos de 4 fugados en una fosa común situada en el exterior del cementerio de Larrasoaña. Fue emocionante, como siempre, comprobar cómo el testimonio certero de Paulina -vecina del pueblo que tenía 8 años cuando sucedieron los hechos- ha servido para encontrar con relativa facilidad los restos de los asesinados en mayo de 1938. Contó que, cuando se supo que habían matado a 4 hombres, ella y una amiga se acercaron (las únicas que se atrevieron) hasta el lugar y vieron desde la distancia cómo su padre era uno de los que tuvo que enterrar a los desdichados desconocidos. Ayer, en ese mismo lugar, pidió a los profesionales de la Sociedad Aranzadi encargados de los trabajos de exhumación, que si se averiguaba la identidad y procedencia de los asesinados, le gustaría conocerlas: un ejemplo de humanidad. ¡Y de buena cabeza!
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