PROSPECCIONES SIN ÉXITO

Vemos –afortunadamente cada vez con más frecuencia- noticias de nuevas exhumaciones de restos de cuerpos que fueron asesinados durante la guerra. En nuestra comunidad, aunque no hubo frente de guerra como tal, los desaparecidos se estiman en más de 3.000; muchos de ellos todavía enterrados en fosas comunes y lugares desconocidos. Detrás de cada cuerpo recuperado (y por lo tanto de ese primer acto básico de reparación para los familiares y conocidos del asesinado) hay un arduo trabajo de investigación, recopilación y cotejo de datos, prospección del terreno y, cuando hay suerte, de cuidadosa exhumación de los restos por parte de los profesionales. Muchas personas implicadas, las más de las veces dedicando tiempo y esfuerzo por su íntimo compromiso con la verdad, la justicia y la reparación, sin recompensa económica alguna. Hay que recordar también que la disposición de los Ayuntamientos está siendo –en la práctica totalidad- de colaboración sin remilgos, cuando no de plena implicación.

En las caleras de la regata Aingeruiturri, Anocíbar

¿Por qué contamos hoy todo esto? Porque detrás de esas noticias de la recuperación de fusilados que nos regalan una satisfacción agridulce hay mucho esfuerzo que no da el fruto esperado. A veces falla el recuerdo de los más ancianos, de los que vivieron en primera persona los hechos. O la memoria se ha ido distorsionando con la transmisión oral del lugar de enterramiento. O el terreno ha cambiado por completo y enmaraña la memoria. Por eso hoy nos acordamos de los días en los que el trabajo y la esperanza no se ven recompensados, como hace un par de semanas, cuando un equipo de la Sociedad Aranzadi (en este caso con los amigos Iñigo, Jimi y Tito al mando) prospectó en Anocibar y Lantz sin suerte. Gracias por el empeño y el compromiso, compañeros.

Prospectando en el vivero de Lantz

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