Fermina Iraizoz (nacida en 1921 y vecina de Etulain) trabajaba en la posada familiar -Obraberria- en 1938. El 27 de mayo era su cumpleaños pero sus recuerdos de aquella fecha viajan hasta los tres fugados que unos falangistas habían apresado y que fueron conducidos (mojados, sucios y hambrientos) hasta la venta desde el próximo Burutain. Le impactó el estado de sus pies: mal cubiertos con trozos de mantas a falta de otro calzado. Masticaban con dificultad la comida que les ofrecieron. Eran jóvenes de poco más de veinte años y dijeron ser de Bilbao; hablaban en castellano y enseñaron fotos de sus novias.
Más tarde se los llevaron en compañia del cura del pueblo y Fermina pudo oir los disparos que procedían del paraje Landagain, en el cruce de la carretera a Irún. Los enterraron allí mismo pero, en unas obras realizadas en 1999, las excavadoras encontraron sus restos; desde el pueblo se recordó su origen y los huesos fueron depositados en la huesera del cementerio de Etulain, donde han permanecido hasta este mismo mes de diciembre, en el que la Sociedad Aranzadi (amparada por su colaboración con el Gobierno de Navarra) ha recuperado dichos restos certificando -ya in situ- los orificios de bala que presentaban los tres cráneos.
Resta ahora la importante tarea del estudio genético (de ahí la trascendencia de ampliar el banco de ADN con el que se pueden cotejar los restos) para tratar de identificar a aquellos tres jóvenes que fueron injustamente asesinados y cuya memoria honramos 80 años depués.